Ante los reclamos de representantes de China y las dos Coreas por el vertido de agua de los reactores de la central de Fukushima al mar, las autoridades de Japón hacen hasta lo inalcanzable por mostrar que esta obra no tiene ningún tipo de aventura ambiental.
La obra más fresco la protagonizó por el primer ministro japonés, Fumio Kishida, quien probó un poco de pulpo presuntamente pescado en la región de Fukushima, para demostrar que no tienen radioactividad.
En un evento realizado en uno de los mercados de pescados más grandes del mundo, enclavado en Tokio, Kishida y tres secretarios del gobierno japonés quisieron mostrar que consumir productos alimenticios de la región de Fukushima es seguro para las personas.
“Es importante demostrar que es seguro, basado en evidencia científica. Y comunicar activamente esta información tanto interiormente como fuera de Japón”, señaló Yasutoshi Nishimura, ministro de Economía e Industria.
Secuelas del suerte en Fukushima
Considerada una de las peores catástrofes nucleares de la historia, solo detrás de la arrebato de Chernobyl, el suerte en la central nuclear de Fukushima, tras un cataclismo y un tsunami que azotó la región, dejó una huella indeleble en la población.
Una de las acciones indispensables para seguir con el desmantelamiento de la central es extraer el agua que se empleaba para refrigerar los reactores. Una obra que podría incluso durar décadas y que levanta desconfianza por los vecinos de Japón.
De acuerdo con la Organización Internacional para la Energía Atómica, los niveles de toxicidad de esa agua son parecidos a los del agua de cualquier otro sitio, por lo que en verdad no existen riesgos de lozanía para los organismos que viven en la zona o los humanos.
La osadía de verter el agua en el mar ha despertado numerosas protestas tanto en Corea del Sur como en China, adicionalmente de reacciones airadas de uno y otro gobiernos y de los líderes de Corea del Norte.